Adrián Espí Valdés
(Ganador del Accésit)
UN
MUNDO DE AMOR ME LO IMPIDE
(ASEDIO
DE RACHMANINOFF)
Tengo miedo y al
fin logro borrar mis trazos
para ser solamente sombra en
tu sombra.
Pilar Blanco
No
tengo en la mano, apretado por los dedos,
ese
vaso achaflanado de vidrio grueso,
transparente,
de diseño,
con
los cubitos fríos y el licor de whisky.
No
bebo ni sé lo que es un cigarrillo estirado y delgado…
Estoy
cansado. Deseo pensar, pensar en tu amor
y un
mundo de amor me lo impide.
Quiero
recordar cada detalle, cada aliento,
pero
una niebla y una sombra amarga pretende herir mi alma.
No
encajan las piezas del puzzle.
La
portátil ―medio rota pero aún en servicio―
descansa
en la mesa de ébano cargada de CDs,
recortes
de periódicos, postales viejas color sepia.
Y al
lado, casi encima, montones de folios en blanco,
versos
apenas iniciados, subrayados en boli,
tachones
resecos sin fiesta y sin abrazo…
Libros
de ensayo, libros de historia,
libros de poemas ―Juan Ramón, Cernuda, García
Lorca, José Ángel Valente―.
En
el reproductor de música ―noble amigo―
suenan
Verdi, Beethoven, Brahms, Puccini, Mahler
y,
claro, Rachmaninoff.
Siempre
me produce placer escucharle cerrados los ojos,
en
silencio de anacoreta, en éxtasis, como flotando.
Y a
veces la tristeza y la nostalgia me acosan y asedian.
¡Ya
no habita en mí el amor que descubrí en las aulas
anidando
pronto, enseguida, la pasión en mi piel y en mi silencio!
Me
atosigan las vivencias, se repiten y multiplican,
me
hacen feliz con desasosiego encendido:
la
Universidad, la tarde, el lecho, la luna, el mar.
Los
besos y los labios que he mordido,
tus
ensortijados cabellos negros, sedosos y suaves.
He
besado tu boca
y el
amor, todo el amor del mundo, ha nutrido mi cuerpo.
Hemos
hecho el amor centenares de noches y amaneceres tibios,
y
cada vez ―lo sabes― ha sido diferente, como un estreno, como un alivio.
Nos
hemos amado a tope, hasta el límite, jugando con las manos,
descendiendo los
dedos por la carne sedienta,
el
pan que tiene que saciar el hambre de bautismo y placer…
Sé
que recuerdas a Rachmaninoff como canción de alcoba,
cama,
almohada, sábana y milagro,
como
himno de estrellas luminosas y parpadeantes.
Lo
recuerdas, ¿verdad?
A
veces lo tatareaba a tu oído.
Besaba
tus ojos limpios y generosos:
es
como llegar al cielo ―te decía―
creciéndonos
las manos, tocándonos en la hora nupcial hermosa y deseada.
Moderato-più
vivo, allegro maestoso, adagio sostenuto…
Y
penetraba en tu aroma y tu saliva ―botín de versos puros―,
y te
amaba en el cielo raso de tu carne.
Nos
amábamos palpándonos, enseñándonos los dos a amar
hasta
llegar al orgasmo: moderato, allegro, adagio,
y la
lengua, la tuya y la mía buscándonos, creciendo y girando
como
alegre tiovivo de deseo confortable y sin esquina.
Un
mundo de amor me impide abrir los ojos y mirarme en los tuyos.
Ha
pasado el tiempo, han muerto las horas,
solo
me queda una brizna de placer sin promesa alguna
siendo
sombra en tu sombra.
©Jessica P. Chang (Foto)
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