POEMAS PREMIADOS EN EL XIII CERTAMEN POÉTICO DE LA COMUNIDAD VALENCIANA GRUPO ARTÍSTICO Y LITERARIO NUMEN 2024
El jurado estuvo compuesto por Teresa Rubira, José Luis Ferry, Joaquín Juan Penalva y Diego Zambrano.Fotografías: Maru Gandolfo y Marta Barbarito
VALLIS LACRIMORUM
INTRODUCCIÓN A LA TEORÍA GENERAL DEL LLANTO
En lugar de lágrima
lloro la cabeza entera.
VICENTE ALEIXANDRE (Sevilla
1898 – Madrid 1984)
En aquel tiempo advertí cómo se vertía en tu iris encharcado
el mapa decadente de la vieja Europa dominada,
cómo se arruinaba un imperio bizantino tan coral,
cómo Corinto se asomaba al antepecho de tu llanto crecido
en un censo de lágrimas con voluntad multiplicada.
La huida de la sal lateral se exponía en el arpa
tensada de tu párpado líquido, casi interino.
Y así, con el barniz acuoso columpiándose en el sollozo,
con la raíz investigada del agua llorada,
con la mudez de la nuez ascendiendo columnas de faringes,
aparecían las yeguas reclusas del lamento fluyendo,
el trote sonoro de la herradura que no rehúsa la fruta madura del quejido.
Lloras como si un palacio itinerante deslizase sus muros,
como si el Tiberíades desecara su costa acostada en su lira,
como si el Ganges gangrenara su caudal minorando retinas.
Retienes ahora el condado asediado de la córnea
y el toro muge la espuma plata del no olvido, cornea con su asta
el latido humedecido que juega a ser pupila que llueve.
Buscas los pliegues de la lágrima que despunta su pena,
palpas las aristas de su geometría que gime afluentes tibios.
Encuentras la piel escaseada de sequedad, sequía sin superficie,
y presientes la curvatura incomprensible de las moléculas fluidas.
Tratas de domesticar ese río meticuloso que no admite maestrías.
Procuras amansar esa jerarquía —empapada y superior— que impide dominios.
Intentas, a tientas, correr el trazo de esa tinta —nítida y provisional—
que se empeña en ser como una sangre transparentada y parcial.
Pero no puedes. Es imposible detener ese discurrir de flores agotadas,
ese alarido caudaloso de pétalos que —gota a gota— sutura el dolor,
esa amargura que es gotera en la techumbre del ojo dinamitado.
Y sigues ahí, presintiendo el llanto en la trinchera roja del lagrimal,
aguardando ese disparo nuevo del revolver ocular,
esperando ese flujo del metal que se fusiona hasta ser un río proyectil.
Con todo el rostro inundado, las lágrimas —dóciles, vasallas—
buscan en otro vallis lacrimorum, como semiadormecidas,
los mínimos charcos eventuales que crecen en el anverso de tus manos.
Entonces, te molestan las gotas de versos que se apelmazan en tus pestañas
y lloras la propia poética de la melancolía: la llaga mojada que escuece,
el surco que extraña centurias de besos en la cintura que espera.
Y es ahora, mientras recuerdas las caderas de La grande odalisque de Ingres,
cuando decides desnudar tu cuerpo y tus tribulaciones amargas.
Y es ahora, mientras un martes tormentoso llama a la puerta,
cuando decides hacer inventario de los diluvios tuyos.
Y es ahora, mientras mientes a la avalancha llovida del pasado,
cuando decides evaporar la lluvia y empujar la borrasca.
Tus ojos aseguran ya sus esclusas cerradas, evitan al dios Zeus.
“Deus meus, deus meus, quare tristis es anima mea”, piensas.
Se escucha en el fondo del pasillo el timbre ya experto del portal.
Tu iris, ahora, es un pequeño mapamundi enrojecido deshumedeciéndose.
Con tu voz drenando las últimas vocales y consonantes mojadas, preguntas:
“¿Quién es?”. El sonido de tus palabras en el interfono es mito nuevo.
“¡Ábreme, por favor, vengo empapado, me ha calado la lluvia
casi hasta los ojos!”, digo, riendo, con una especie de sonrisa anticiclónica.
Supongo que esto es lo que pasa cuando lloras.
NO TE ENCONTRÉ EN
NUEVA YORK...
Nunca presté atención en el colegio,
ni me importaron si las caducas hojas
conversaban con las aceras de noviembre
o practicaban apnea engullidas por un albañal.
Pero hoy me he encontrado a la mujer imaginada
y me he dado cuenta que siempre la había buscado
en el plano equivocado.
Ella acostumbra a andar por las copas
de los árboles; el movimiento
de sus caderas, deja tan limpias las ramas
como el limpiabotas de la avenida Broadway,
—Anselmo Polanco— deja los zapatos
de los buitres de terno ilustre.
Nunca imaginé un vestido tan ceñido
ni a una dríade con liguero,
pero la abertura de su falda
dejaba entrever un eclipse cerca de su ingle
y sus habla un delicado acento
de lower Manhattan.
Aquella misma noche me acompañó,
con su vestido rojo,
a un cuadro de Hopper,
donde nos bebimos el neón
en vasos de bourbon.
Ya amaneciendo
se despidió con la sonrisa de un adiós
y me regaló un beso con barniz publicitario.
En la habitación de mi hotel de New Jersey,
con el minibar vacío,
acompañé como un perro lazarillo,
a las últimas camisas hacia una maleta
embarazada de nueve días.
Guardé mi mordida manzana
en el equipaje de mano y pensé
de qué hablar con el taxista
de camino al aeropuerto:
pero nada sabían en Nueva Delhi
de Anselmo Polanco,
ni de las soledades de Hopper.
Es cierto que nunca presté atención en el colegio
ni me importaron si los sueños,
que creemos perennes,
acaban junto a las caducas hojas
cuando sopla la fuerte brisa.
Pero sé de buena tinta
que la mujer imaginada,
que encontré sobre las copas
de los árboles del Soho
no es la mujer que ronda por mi cabeza
y me hace morir de otoño.
PRIMAVERA EN ALICANTE
En los campos de Alicante,
ya reina la primavera,
pintando de luz la brisa,
y de colores las penas.
El
mar, que es amiga suya,
ha
preparado una fiesta,
llena
de azules y trinos,
de
palomas mensajeras,
que
hablan de sueños soñados
en
esas noches tan negras,
donde
el invierno reinaba,
sobre
nevadas praderas.
Y las
dos, sobre la playa,
cantan,
ríen, corren, vuelan,
y
dibujan con las olas,
caricias
sobre la arena.
La
luna que está enfadada,
porque
el invierno la lleva,
por
fríos cañaverales,
y
rutas de escarcha llenas,
hoy
se ha vestido de plata,
se ha
soltado la melena,
y ha
dibujado un camino,
sobre
las aguas serenas,
donde
navega el silencio,
acariciando
su estela,
en
una barca pintada,
con
la luz de las estrellas.
Una
fragancia se extiende,
por
los prados, por las huertas,
como
un latido profundo,
que
insufla vida a la tierra.
La
hierba recién nacida,
va
escalando las laderas,
del
castillo, que corona,
la
ciudad, y su bandera.
Sobre
las murallas rotas,
crece
con fuerza la hiedra,
cubriendo
viejas heridas,
que
la historia les hiciera.
Un
torbellino de vida,
renace,
luce y se enreda,
sobre
el alma de los hombres
y en
el alma de las piedras,
y
cabalga victorioso,
se
esconde bajo la tierra,
y se
abraza dulcemente,
a la
piel de las palmeras,
y
estas, se mecen al viento,
con
esa brisa que llega,
rodando
por la bahía,
con
aroma a hierbabuena.
Por
los campos de Alicante,
una
estación se renueva,
brindando
luz a la vida,
y
alejando la tristeza.
Sobre
los campos del alma,
ya
reina la primavera,
regalando
la alegría,
sembrando
esperanzas nuevas.
LLORABA LA LUNA
La luna miraba triste
a una niña que lloraba
porque perdió su muñeca
entre escombros enterrada.
_¿Dónde está mi muñequita?.
A su madre preguntaba.
_Se había quedado dormida
y no quise despertarla.
Cuando se acabe esta guerra
volveremos a buscarla.
Hemos de salir corriendo,
que las bombas nos alcanzan.
La madre con ella en brazos,
con un nudo en la garganta,
pensó en su casa y su vida
que allí quedó destrozada.
Aquel jardín con sus flores,
Rosas chinas, Milenrama,
y también, de su país
la simbólica Flor de Malva.
Su casa con sus recuerdos,
sus fotos que ella guardaba,
sus muebles y sus vestidos
que con cuidado planchaba
¡Cuánta ambición desmedida
por una tierra lograda;
matando a gente inocente,
dejando a otras sin nada.
Sin lugar que refugiarse
De las bombas que lanzaban,
sin mirar que no cayeran
donde los niños jugaban.
ni ancianos, ni hospitales,
ni familias, ni sus casas,
ni colegios, ni las tiendas
donde buscar unas viandas
y no morirse de hambre
si es que algo les quedaba;
antes de salir huyendo
a un camino de esperanza
La luna allí desde el cielo,
con tristes rayos lloraba,
iluminando el camino
a la madre acompañaba
Andando por los senderos
que entre matojos hallaba,
al abrigo de los pinos
que su figura ocultaban,
pudo llegar a una aldea;
con temor, con esperanza
de que hubiera buenas gentes
que de ellas se apiadaran.
Carmen Campello, accésit 2, no asistió a la entrega de premios.
CANTO AL CORAZÓN
Cuando mi corazón se encuentra triste
el alma, sosegada, crea versos.
Versos suaves y dulces,
¡pero versos!
Versos llenos de agua,
¡pero versos!
Versos claros, de nube,
¡pero
versos!
Versos para encontrarme,
¡pero
versos!
Y busco de tu amor el sentimiento
que logre transformar esa tristeza
en ramos perfumados de alegría.
¿Qué puede convertir el sufrimiento
en rayos de una trémula esperanza?
¡Quién puede navegar por este llanto
de barco a la deriva,
sin consuelo?
En tu ausencia, las ganas se me quedan
con hambre de regreso.
Con la oscura certeza de que nace
todo aquello que nunca quedó muerto.
Y te llevo en el banco que fue nuestro
donde dos corazones palpitaban
y bordaron
con
manos siempre juntas,
una hermosa vereda de infinitos.
Repicaron campanas,
Ilusiones,
como un ángelus nuevo al mediodía.
Tu pensar, mi pensar, hecho poema,
va sembrando en el fondo del camino
sobre surco que riego en la penumbra.
Solo pido al futuro que me preste
otro tiempo a tu lado.
JUNTO A MI ORILLA
Quizá no te esperaba.
De mañana te hallé,
junto a mi orilla
y toda yo dormía,
confiada.
Al gozo de sentir,
cuando llamaste,
mi vientre fecundó nueva
semilla.
¡Bordada primavera,
Maravilla,
en la dulce pasión que
me entregaste!
Fuiste dulce sonar de
campanilla,
la caricia del alma en
que abrazarte.
Y esa dicha,
por siempre,
mi chiquilla,
en tu vida y mi vida
¡se comparte!
José Antonio Lozano, accésit 3.
MOMENTOS PARA AMARTE
INSTANTES DE INVIERNO
estos días veloces
que no entienden de
curvas ni lamentos de lluvia
y me cuentan la historia
de estas calles sin
viento que amontonan esquinas
con sus ojos dormidos
sólo llenos de frío
sobre icebergs errantes
estos dedos estrictos
de vocales oscuras como
nieve sin ramas
y raíces sedientas
en la noche desnuda que
no sabe de abrigos
nos imponen sus gestos
planeando en el cielo de
horizontes efímeros
con instantes de
invierno
que desvisten los sueños
y las nubes no rozan
MIRADAS DE OTOÑO
podremos estar juntos
cuando lluevan palabras
de tu boca
a mi boca y callen los
espejos
detrás de los murmullos
que nunca dicen nombres
cualquier imagen tuya
cualquier leve tañido en
medio de la tarde
repetirá los ecos
en un duelo de cirios y
luto en las ventanas
hasta que las caricias
desvistan las almohadas
con miradas de otoño
sólo entonces sabremos
que llegará el susurro
para poder tenernos
con secretos de nidos
con recuerdos de plumas
y vuelos de gaviotas
VERANO TENAZ
son quizás nuestras
manos
las que dicen canciones
que recuerdan el fuego
son los mismos alientos
que posaron las horas en
tibios pedestales
como racimos rotos
de suaves golondrinas
color de madrugada
yo te ofrecía mi sombra
para cualquier destello
que mostrara tu nombre
del fondo de mis labios
partían las palabras
hasta lejanos besos
y luego regresaban
acariciando el polen que
encendía las flores
sobre un tenaz verano
que gozaba su luz y todo
lo abrasaba
VOZ DE PRIMAVERA
por fin llegaron cúmulos
con lenguas que decían
un resonar de lágrimas
labraban nuestros
pómulos
los surcos de un diluvio
repleto de latidos
te perseguía a solas
mi mano era tu mano que
adoraba tu nuca
y cuando me mirabas
mi cuerpo era un fragor
buscando tu pronombre
llegó el amanecer
con los mismos colores
aún presos de la noche
y al fin te sustentaba
a pesar de las dudas de
mis huellas de humo
y lograba arrullar
tu pelo sigiloso tu voz
de primavera
Silvia Espina, accésit 4.
ESENCIA PRIMITIVA
Saboreé bajo la sombra de un árbol
de las vides
el néctar
ambarino,
espíritu y aroma de la brisa,
la misma que ondulaba aguas del río.
El rumor
de la tierra dadivosa
durmiendo en el frescor de la vasija,
detuvo el tiempo y el paisaje,
lejano en el temblor de las espigas.
Mis ojos
se cerraron lentamente,
abismados en un sueño delicioso:
el viñedo cobró vida y movimiento
y
asombrada,
fui
su testigo secreto.
Un arroyo de vino serpenteaba,
convertido en esferas transparentes;
las uvas
se abrazaron a las vides,
en racimos apretados y envolventes.
Los vástagos absorbieron a sus hojas,
se esfumaron zarzillos y sarmientos,
que danzaron al vaivén
ante mis ojos
en vital brote verde apareciendo.
Con un suave girar de carrusel
la tierra se llevó lo que era suyo,
la esencia
primitiva destellaba,
en semillas sobre el suelo de la viña.
Tal vez fue el espíritu de Omar,
o el candente sol del mediodía,
quizás era
el momento que inspiraba
a gozar mi ensoñación
en
armonía.
MAR DE CRISTAL
Un mar de
cristal rodeó mis pies,
me sentí fuerte, libre y voladora;
despegué con el viento de levante,
aroma de otros mares más lejanos.
El tiempo
merodeó por los senderos,
se pobló el vacío con mis sueños,
los ojos azorados e infantiles,
órbitas flotando en el espacio eterno.
Vi la
niebla azul transformarse,
sutil como el rozar de alas
y los áridos espinos balancearse
al paso de la brisa perfumada.
Las
fuentes regalaron su alborozo
derramándose en diamantes cantarinos,
flores blancas se miraron en el agua,
los pétalos brillantes de rocío.
Mil
colores estallaron por el aire,
calidoscopio alegre en mi mirada,
confundida con el vuelo de las aves,
olor a soles en caricia arrebolada.
Y la
lluvia mijó también mi cuerpo,
escalofrío de conciencia recobrada,
asentando mis pies sobre la arena,
junto al mar que nunca abandonara.
Américo Fojo Ferretti, accésit 5.
EL JARRÓN AZUL
En un rincón del
cuarto,
centinela quieto,
solemne en la
penumbra,
un jarrón azul con
cañas de bambú
delinea su perfil.
Silencio esencial
amortigua de ecos las
paredes
y aleja la ansiedad en
la calma compartida.
Un gato ronda,
lento, elástico, tenaz
y ni siquiera su andar
quiebra el sosiego de
la casa.
Pero basta que el sol
de levante
se encienda en la
ventana
y todo cambia.
El jarrón explota en
azules inesperados,
las cañas en una
jungla de bambú dorado,
que recela, acechantes,
dos destellos
fosforescentes
y
apenas oculta
la silueta de un tigre
que ronda,
lento, elástico, tenaz.
PENSANDO EN TI
Cierro los ojos y
escucho tu corazón,
mar.
En la rompiente hablas
con cada ola desvanecida;
murmuras o ruges
en una íntima
protesta:
negándote a
desaparecer y
fundirte en arenas y
burbujas.
De tu corazón azul,
atesorado entre algas y
corales,
cada ola es un latido
sonoro y rítmico
que hace palpitar al
mío
con tu melodía eterna.
En la pleamar
avanzas obstinado
hacia las palmeras que
te miran absortas.
Tal vez las quieras
poseer
en un intento de
fecundarlas en
sal y caracolas.
O quizás, sólo
pretendes acariciar
sus raíces, con una
ternura que
tú mismo desconoces.
Y el esfuerzo te
agota.
La luna llama y
te hace recordar tu
estirpe de
señor de las sombras
profundas.
Te detienes
y regresas
a tu insondable principio
que te aguarda en la
celeste simetría de
cielo y agua,
retorno en una bajamar
de gaviotas en vuelo.
Hoy, pienso en ti, mar.
Todo una verdadera revelación de Talentos ..con Alegría,
ResponderEliminarmis Felicitaciones a todos ...Gracias X enriquecernos con vuestra generosidad