POEMAS PREMIADOS EN EL XIV CERTAMEN POÉTICO DE LA COMUNIDAD VALENCIANA
GRUPO ARTÍSTICO Y LITERARIO NUMEN 2025
Nicolás Jaramillo Llorens, ganador del primer premio "Emilio Victoria".
La Casa Respira
Puentes sobre el olvido.
Raquel Zaragoza Durá ganadora del segundo premio "Grupo Numen".
El camino
Despacio, a mi paso,
nuevos sueños voy
sembrando.
Días de polvo y sol
y días de lluvia y
barro,
en mis pensamientos
absorta
por senderos
milenarios.
Arrastro los pies,
evito los charcos,
mientras mil emociones
voy rumiando…,
desde el alba hasta el
ocaso.
Despacio, a mi paso,
cada amanecer me
sorprende
un horizonte lejano:
con distintos pueblos,
y distintos aldeanos.
Distintas son las
iglesias,
y distintos sus
campanarios.
También son distintos
los albergues,
donde aliviar el
cansancio.
Despacio, a mi paso,
cada etapa es
diferente;
los colores van
cambiando:
Las nubes blancas,
en un cielo azulado.
El triste color gris,
de un cielo frío y
nublado.
Los sempiternos verdes
robles,
con sus troncos
centenarios,
en su tierra, ¡bien
aferrados!
Los inmensos mares de
trigo,
igual que el sol:
dorados,
y salpicados de tímidas
amapolas
que las espigas han
sonrojado…
Despacio, a mi paso,
llego al fin del
Camino:
con la sonrisa en los
labios
y los pies destrozados.
El Pórtico de la Gloria
me acoge bajo sus
arcos.
Y yo lloro.
Lloro de alegría
porque, al fin, he
llegado;
pero también lo hago de
pena…
porque la experiencia
ha terminado.
Entre el olor a
incienso,
la música y los cantos
gregorianos,
prometo que volveré al
Camino,
que me lleva a
conocerme…
y a tu Catedral,
¡Santiago!
Américo Fojo Ferreti, ganador del tercer premio "Revista Numen". Recitó y recibió el premio Silvia Viviana Espina Valentini.
Romance del caminante
Ser ascua perseverante,
reflejo opaco de hoguera;
fugaz destello de lumbre
lenta llama de la leña.
Acaso, tal vez, quizás,
fulgor de atalaya en guerra,
diáfano horizonte azul,
resplandor que el sol refleja.
Cabal en la encrucijada
ser la imagen que se muestra,
señalando el rumbo claro,
persuadir, marcar la senda.
Acaso, tal vez, quizás,
oír la voz pregonera,
otra sombra entre las sombras,
siguiendo distintas huellas.
Bandera batiendo al viento,
estandarte, guía y vela,
timonel de tempestades,
luchando contra mareas.
Acaso, tal vez, quizás,
un simple abrigo de tela
amparo de madrugada,
cobijo que da tibieza.
Ser boca que grita, ataca,
dura respuesta a la ofensa,
con los dientes apretados
y la mirada altanera.
Acaso, tal vez, quizás,
ser ojos que todo aceptan,
labios murmurando paz,
calman, perdonan la afrenta.
Dudas de ser ascua o llama,
simple tela que guarezca,
o un estandarte en contienda
una voz que grita o ruega.
Acaso, tal vez, quizás,
el dilema se resuelva
siguiendo, firme en la luz,
como el faro persevera.
Poder mágico
El sol que besa mi
cara,
con los párpados
cerrados,
me despertará memorias,
sonidos reencontrados.
Un murmullo que
adormece,
caracola rumorosa,
me canta nanas marinas
de la infancia luminosa.
Y cuenta de olas,
espumas,
peces de luna forjados,
reflejando entre las
aguas
metal de escamas
labrados.
Fragancia de verdes
pinos
enamora hasta las
brisas,
enloquece en remolinos,
ecos, suspiros y risas.
Canciones, luces,
aromas,
y recuerdos ya
olvidados,
poder mágico del sol
con los párpados
cerrados.
Paquita Márquez Ayuso, accésit 1.
Instantes de gloria
Como olas sin agua y sin espuma
tus labios acarician mi garganta,
y tus manos, inquietas por ansiosas,
han perdido la calma
y van dejando las huellas de tus dedos
hundidas en mi espalda…
Y este afán que nos une,
esta pasión que ardiente nos abrasa
invade de deseo nuestros cuerpos,
va agitando la urgencia en las entrañas,
va buscando en el tiempo ese momento
en que se apagan la voz y la mirada,
y por fin…
¡ese gozo infinito que nos inunda el alma…!
Pequeñeces
Me gustan esas cosas que parecen pequeñas,
y dejan en la boca como el dulce sabor
de los cálidos sueños que recuerdas apenas
y que rozan tu mente como un eco perdido.
Me gustan esas cosas por pequeñas que sean,
escuchar a lo lejos una vieja canción,
y la lluvia que llora, y el
sol que ahora ha salido,
y el crujir de las hojas que el otoño abatió.
O esas pequeñas cosas que te alegran el día,
la sonrisa del niño que te mira al pasar,
el alegre gorjeo de un pájaro en su nido,
el rocío en la hoja, el aroma del pan…
La caricia de un rayo de sol en las mejillas,
percibir a lo lejos el murmullo del mar,
o descubrir de pronto, en un cielo sereno,
el rastro que ha dejado una estrella fugaz,
y formular a un tiempo, con un leve suspiro,
aquel deseo oculto que nunca alcanzarás.
Me gustan esas cosas por pequeñas que sean,
me gusta que me mires, aunque no digas nada,
me gusta que sonrías sin saber el porqué,
el calor de tu mano enredada en la mía,
y el beso vergonzoso que me robaste ayer.
Son las pequeñas cosas que me arrancan sonrisas,
Son las cosas pequeñas que alimentan mi fe.
Alboroto
En un caballo blanco,
crines al viento,
vuelan incontrolados mis
pensamientos.
Mis pensamientos locos que,
con sus sueños,
dibujan imposibles en mis
empeños.
Vieron en las macetas de
los balcones
cómo visten las flores de
cien colores.
Brotaron mil botones en los
almendros,
y sus flores de nácar se
están abriendo.
El aire se perfuma de esos
aromas
y en mi alféizar, zurea una
paloma.
Y
es que cada mañana,
el canto de las aves amor
reclama.
Que
ya ha venido
la esquiva primavera a
jugar conmigo.
Dulce
alboroto
que a los atardeceres
tristes les puso coto.
¡Ay!
¡Quién pudiera
tener siempre en el alma
una primavera!
Casi azul
La noche,
una negritud azulada.
Bailar sobre la voz,
esa voz...
sobre tu ombligo.
Una reverencia
en mis labios.
Un sorteo de caricias
a tiro de un beso.
Sí, la noche,
un piano,
lleno de lunares...
donde improvisar,
sin sábana,
hermosos acordes
de sudor
y suspiros.
No hay promesas
más allá...
de esta noche;
que parece infinita
entre caderas.
Hay cielo,
tren nocturno.
Hay canción,
de ese tipo.
Un suspiro en mi bemol,
do sostenido
en tu pecho,
oscuro de madrugada
sonámbulo entre mis dedos.
Yace la luna
sobre tu lengua,
Almost blue
...
La noche,
traerá el resto;
la luz de una trompeta
verá nuestras costuras,
el humo turbio
de otras vidas.
Tal vez una lágrima
sobre una baqueta;
sobre parche
de un latido sordo.
Y al final el día.
Y otra noche,
es posible.
Otra noche
sin tiempo en la piel
con corazón
de disco antiguo
al alcance de otro beso.
La noche, sí.
Suena Chet.
Silvia Espina Valentini, accésit 3.
Siento
nostalgias de cielos distantes
cuando vuelan mis ojos al
Atlántico,
grávidos de sal y arena gruesa,
humedecen la memoria con
fragancias.
En esas
playas, que orillan los trigales,
forjé castillos cada año de mi
vida,
fragor de un mar que daba
miedo
y un farol de luz anochecida.
En
eneros de soles derretidos,
mi mirada inocente se
asombraba
con saltos de delfines azules,
arcoíris de reflejos en el
agua.
Torbellino
de olas gigantescas
se adueñaban de buques
encallados,
fantasmas de sorprendidas
cuencas,
un concierto de metales
oxidados;
alargadas sombras prisioneras
en afilados dientes de
escollos marinos,
helada soledad imperturbable,
truncado su sino de zarpar al
mundo.
Complicidad
secreta con la noche,
encendía para mí miles de
estrellas;
extraviada en abismos
siderales,
mirada en abrazo hacia el cielo.
¿Quién
correrá las cortinas de la estancia
allí donde mis ojos se
escondían?
y la mesa y las sillas de mi
madre,
murmullos de comidas
compartidas…
Esa es
mi casa de pródigos sueños,
siempre anidados en mis
pensamientos,
cuando con ternura extiendo
mis manos,
veo mi reflejo en espejos de
antaño.
Podría
entregarme al viento,
alcanzar los lejanos
recuerdos,
pero al fin, la decepción
podría conmigo
y no hallaría las rosas en
invierno.
Nuria Jiménez Blanco, accésit 4. Recita y recoge el premio Pilar Penadés.
Mi último viaje
Hoy regreso tan cansado, envejecido,
vuelvo herido por la vida y por el tiempo,
me quema en el pecho, la eterna distancia,
y llego a tus brazos, en la voz del viento.
Regresar, desde mi ocaso hasta el principio,
al hondo latir de la tierra que desgrana
mi alma, que como espiga dura y plena,
da sus frutos a la luz de la mañana.
Deseo encontrar de nuevo los colores,
protegidos para siempre en la memoria,
colores que han guardado mis recuerdos,
en esta cansada y agotada noria.
Amarillo en las llanuras de Alicante
donde el ocre se rompe en mil maneras,
para fundirse con este sol herido,
fiel reflejo
de mi última quimera.
Fuentes del Algar, perfiles misteriosos,
verde esmeralda, en el que se reflejan,
sueños antiguos que vierten sus cascadas
sobre el agua clara, enmudecida y quieta.
Gris azulado como el hielo y la plata,
en las playas heladas, bajo la bruma
un eterno vibrar, un leve aleteo,
un vuelo de gaviotas hacia la luna.
Rojo, tras el cristal de un vaso de vino,
donde apagaba mi sed y ahogué mis penas,
rojo tinto, al lado de la voz del padre,
o en la opaca claridad de las tabernas.
Blanco y azul en la piel de las fachadas,
negro de forja, en las puertas y en las rejas
que protegen el hogar y la familia,
la palabra muda y la escondida queja.
Campos de Orihuela, Sierra de Mariola,
recuerdos dormidos que a mi alma llegan,
hoy recorro de nuevo vuestros caminos,
con los pies cansados y las botas viejas.
Quiero perderme, al ocaso, en los pueblos,
recorrer sus calles, andar en sus plazas,
sentir de nuevo los perdidos aromas:
olor a tahona y a la tierna hogaza.
Volveré a escuchar del viejo campanario,
su llamada a la hora de la misa,
el silencio en las calles, solo pisadas
del perro sin dueño, que avanza sin prisa.
Devuelvo a la tierra, mi vida, mi voz,
acudo solo, sin miedo a su llamada,
desde
allí, mi corazón, ya sin latidos,
se hará
trigo y amapola enamorada.
No
quiero en este momento vuestro llanto,
ni el cura que en mi lecho rece bajito,
dejadme morir aquí, sobre los campos,
con el alma extendida hacia el infinito.
Agustín Conchilla Márquez, accésit 5.
Penumbras de lucero
Te busco
sobre manto del crepúsculo,
en
distancias rotas por las tinieblas,
tras
el lucero cegado por las sombras,
en
noche oscura, vestida de penumbra,
negra
como túnica de clérigo.
Me
acongoja la noche, suspira el grillo,
vocaliza
melodías cansinas, repetitivas,
brotan
a destiempo de guitarras negras,
en
monotonía de sacerdote por tinieblas,
emitiendo
sinfonías de renglones curvos,
hirientes
de tímpanos angustiados.
Mas
percibo murmullos de tinieblas,
aún me
saludan con caricias de ortiga,
y
sellan la tardía sonrisa de mis labios,
como cerrojo
de celda en la noche.
Mas ya
quiero ser el día, sin persiana,
aunque
sienta el paraíso mortecino,
encarcelado
por hábitos enlutados,
ebrios
de cortejos estrellados.
Mas yo
sueño con caricias de aurora,
y acaloro,
se incendian mis suspiros,
como
mechas de candil que destellan,
alimentando
albores incendiarios,
como
frases quemadas, sin forma,
crepitando
en las cenizas.
Y
ahora no hallo razón a la rebeldía,
duerme
en la raya de la luz quemada,
como pincel
en suspiros de lágrimas,
y trastoca
el sentido de mis temores,
atraídos
por líneas de estelas negras,
atrapados,
quizás, en mi nostalgia.
Mas
anhelo el cortejo de la aurora,
como
la luz que iluminaría mi sueño,
aunque
duerma el reloj de las horas,
sobre
manto de universo confinado,
prisionero
de estrellas fantasma.
Mas
aún no siento la mirada del ángel,
tras
la sonrisa de tu sombrero plateado,
como
grandeza de espíritu en cortejo,
ahora
quebrado por liturgias de tiniebla,
sobre cuerpo
oscuro, en nido de llueca.
Mas ya
desciende la luz del espíritu,
La
veo. Me llegan rastros de esperanza,
como
sílabas que escapan de los años,
tibias
como aguas de manantial eterno,
y
claras como discurrir de arroyo.
Y ya fraternizo
con ojos de sombrero,
se despiertan
como hachas de alborada,
sin
tormento, sin batalla, sin mordazas,
como
frases de murmullos en cortejo,
crepitando
en familias de universo.
Mas sigo
en la tenebrosidad de mi sueño,
esperando
a que la furia de puñales heridos
abran
las ventanas del universo, prisionero,
y
contagien alborada a las farolas del cielo,
señoras
de encantos, y de noche estrellada,
ahora
encarcelada por yugos negros.


.jpeg)


.jpeg)


Enhorabuena por estos preciosos Poemas, y muchas gracias por permitirnos compartir.
ResponderEliminar¡Felicidades a todos!